Aidan Chambers (“Cómo formar lectores”, en Hojas de lectura, nº 45, 1997, pp. 2-9). En realidad sus palabras serían suficientes para programar una guía de actividades de lectura, de animación lectora y de educación lectora:
“Los niños, los adolescentes, esperan que sus
profesores sepan más de lo que ellos saben y que sepan cómo ayudarlos a
adquirir más conocimientos de ellos mismos. Esperan que los bibliotecarios
conozcan acerca de libros y sepan qué libros pueden valer la pena leer ahora.
Esperan que los adultos, que son responsables de ellos, sepan cómo ayudarlos a
ir a donde no pueden ir por sí mismos. Los niños saben qué es lo que quieren
leer por sí mismos. Se cuentan entre ellos acerca de esos libros. No es
necesario que lo haga un profesional pagado que les ayude a hacer eso. Lo que
los niños quieren de los adultos profesionales es una guía acerca de lecturas
sobre las cuales ellos no han pensado, o sobre
las cuales no oyen hablar a sus compañeros: en realidad libros que
probablemente eviten porque no son instantáneamente atractivos”.
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